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El Bicentenario y El Cerco Inca de Lima 1536

 

El bicentenario se nos está yendo como el agua entre los dedos y sin culminar su misión, q es, además de su celebración, su profunda reflexión, por la evidente desazón entre decir y cantar somos libres, y no sentirnos libres. Pues, si lo que celebra es el fin del trauma de la colonia, es menester reflexionar sobre el nacimiento y asentamiento de ella, para explicarnos el trauma de la República.

 

Al doblar la esquina del siglo XXI, la democratización de la Independencia es todavía un pendiente para su pueblo, quién nada tiene que reclamar ya a España, a Occidente, ni a Cristo.

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Más sí, y todo, a la República, cuando usufructuó nuestra única libertad y liberó los prejuicios de la colonia que, como todos sabemos, aún supérstite en nuestras naciones, en nuestras provincias, en nuestras ciudades, en nuestros barrios y calles, en nuestra espiritualidad, y en el amor.

 

El proyecto inca El Cerco de Lima de agosto de 1536, realizado a tan sólo 19 meses después de creada la aldea de Pizarro en nuestro valle, fue la esperanza de El Cerco del Cusco, cuando Manco Inca decidió llevar a cabo la gran rebelión del Tahuantinsuyo contra los españoles, al sufrir sus atropellos luego de su alianza con ellos para derrotar a las fuerzas de Atahualpa y recuperar el trono.

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De esta guerra encarnizada, a veces sobrehumana por ambos bandos, se estructuró el ADN histórico de todos los peruanos del bicentenario, porque reveló la verdadera anarquía de la que procedemos cuando, en el fragor de ésta, nuestros nativos ancestros dividieron su participación.

 

Lo que pudo ser un nuevo ciclo para el Tahuantinsuyo, con un amanecer heroico, fue mermando poco a poco, en un contexto de cero garantías de lealtad, pasando de una gesta de reconquista a una gesta de resistencia que, como es sabido, terminó arrinconada en Vilcabamba unas décadas más tarde, hasta que los occidentales dieran muerte a Túpac Amaru I, el último directo sucesor.

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Más, por dialéctica, es en los momentos superlativos de esta gesta de reconquista en que surge la figura del Apu Suyuchac Kisu Yupanqui, quien comandó la épica de El Cerco de Lima.

 

Es él quien devuelve el ánimo a Manco Inca cuando, desmoralizado por la imposibilidad de triunfar en El Cerco del Cusco, debido al apoyo q reciben los cristianos por miles, de parte de, entre otros, de sus propias panacas cusqueñas; decide retirarse y establecerse en Ollantaytambo.

 

Es hasta ese lugar donde le envía encomiendas de sus triunfos durante el camino, ante la orden de ir a Lima a acabar con Pizarro. Le envía prisioneros, armas y accesorios de defensa militar, que va confiscando a varias expediciones españolas vencidas, enviadas para apoyar a sus pares en Cusco.

 

Ni una sola derrota hasta llegar a Lima, a unas cuadras, a unos metros de Pizarro, con sus 40 mil guerreros aucapuricunas, (o 200 mil según exagera Palma), y convertirse en la esperanza del Tahuantinsuyo aquí en nuestros escenarios.

 

Los miles de nativos anti-incas q ayudaron a Pizarro y vencieron a Kisu Yupanqui quizá nunca supieron que estaban ayudando a sepultar una continuidad histórica de 5 mil años de alta civilización autónoma, cultura tras cultura, donde los incas eran sólo la punta del iceberg.

 

El Cerco Inca de Lima de 1536 fue la muerte moral del Tahuantinsuyo, y decidió los destinos de Lima y del Perú.

 

Fero Huancho

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